MUJER CON AROMA DE CACAO
A ella la conocí una mañana de verano en mi bello Acapulco…la encontré a la salida de una escuela en la que trabajo y de pronto en la puerta estaba ella…mujer costeña de piel morena, estatura pequeña, con el cuerpo redondeado, piernas firmes de tanto caminar por la vida y por las calles del fraccionamiento Costa Azul (zona residencial del Acapulco Dorado)…es una mujer que no rebasa los 45 años, con los rasgos de una mezcla africano-indígena, con un lenguaje muy particular, habla rápido e imprime mucha fuerza a su voz, porque está entrenada… y así sin perturbación grita a todo pulmón: ¡CHILATEEEEEEEE…!
La saludo con una inclinación de cabeza y le pregunto: ¿todavía tienes chilate? Y ella contesta rápidamente: claro que si güerita, ¿cuántos vas a querer?...traigo en vaso y en bolsa, pero mira yo te recomiendo que sea en bolsa, porque le cabe más y si quieres le pongo hielo pa que te lo lleves bien frio…le digo que sí, que me de la bolsa con ese líquido café que me lleva a recordar a mi árbol genealógico…evoco a mi amada abuela paterna, “Doña Rosa” como le decían mis papás y a mi querida Tía Flor…
Otro grito ensordecedor: ¡CHILATEEEEEE…! me regresa a la realidad y entrego el dinero que ella guarda en su mandil. Para ese momento, ya está rodeada de Acapulqueños conocedores de las bondades de esta bebida que ancestralmente era preparada por los indígenas y que se ofrecía a los guerreros o a las mujeres en gestación. Empezó a beber el chilate, el cual está frío, dulce, con esa mezcla de sabores: cacao, arroz, canela, azúcar…y otra vez me fugo de ese bullicio y recuerdo los tiempos de infancia, cuando mi madre me encargaba con mis primas: Rosa, Irma y Norma (hijas de mi Tía Flor) e íbamos con mi primo Luciano al mercado de la Colonia Progreso. Mi tía Flor vivía en la calle Zacatecas, en esa misma colonia, por lo que llegar al mercadito era muy sencillo, simplemente caminábamos unas cuadras pequeñas e íbamos a hacer las compras del día y para que aguantáramos la caminata a mi primo y a mí nos compraban el delicioso chilate, que belleza ésta la de recordar mis afectos, emociones y sentimientos de una hermosa etapa de mi vida…y probablemente de quienes me lean…
Otra vez el grito: ¡CHILATEEEEEEE…! que me regresa rápidamente a mi presente…La Chilatera ha terminado de servir los pedidos de chilate y es entonces cuando aprovecho para preguntarle un poco sobre su historia…¿desde cuándo vendes chilate? Y me contesta con emoción ¡uy! desde hace mucho tiempo, era mi “amá” la que inició el negocio y a ella le enseñó mi “agüela” y pues ahora nosotras lo vendemos, desde que murió mi “amá”…nosotras somos 4 mujeres y sabemos el secreto, porque no todo el chilate que se vende en Acapulco tiene “calidá”…éste el nuestro es único, ya lo probaste y verás que no está –“chirrio”-, ni tampoco te raspa la garganta, está bien colado y bien preparado pues… ni tan dulce, ni simple y lo molemos bien finito, lo colamos con paño…¿cómo lo muelen?...pues, mira ahora yo lo llevo al molino, pero antes mi “amá” lo molía en el metate como mi “agüela”, pero eso es muy cansado, por eso se enfermó del riñón y ahora el molino ayuda y se hace más rápido y ya ves que ahora tenemos que salir a venderlo pa que no se quede, así que mira me compré mi carrito para traer el chilate en mi termo y aquí lo cargo seguro y pues ya tengo mis clientes, yo soy muy conocida en esta colonia y si me quieres "jallar" temprano, búscame después de las 9 a la entrada de esta calle, cerca de la Comer, frente al CICI, bueno ahora se llama Rollo, pero es el que era el CICI, ahí estoy y tienes que apurarte porque a veces lo acabo muy rápido…ahorita ya me iba pero me paré aquí en la escuela y tengo mis clientes, así que ya acabé, pero mira te voy a dar mi celular pa que me hagas los pedidos.
Estoy terminando de beber el chilate y realmente sorprendida con esta mujer que además de dominar el arte de hacer negocios y mercadear, disfruta la vida a plenitud, con chispa y humor que la hacen tan singular…así la chilatera se despide con ese garbo que le caracteriza, no sin antes enfatizar…cuando quieras chilate del bueno, solo llámame güerita o búscame por aquí, son mis rumbos y como a esta hora siempre me jallas…
Ella sabe que la jornada terminó y pese al cansancio que se nota en su frente sudorosa, se aleja con ese andar jacarandoso, el cual ha desgastado las chanclas de plástico que la llevan a su destino diariamente. La sigo observando con profunda admiración, hasta que desaparece de la calle, reconociendo en ella la algarabía de la costeña segura, independiente, carismática, sabedora de un secreto milenario, refinado con la estructura de una empresa familiar matriarcal que ha perpetuado con orgullo y pasión y en la que puedo identificar un inmenso cariño por sus raíces, por el chilate, pero sobre todo por el gran amor con el que todos los días prepara esta maravillosa bebida que seguirá deleitándonos y a esta mujer con aroma a cacao, le permitirá sobrevivir en este mundo de grandes contrastes y enormes carencias.
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