viernes, 22 de abril de 2016

AZUL TE QUIERO AZUL: Maria Teresa Di Dio

AZUL TE QUIERO AZUL

22 de Abril....Día de la Tierra

Tierra amé tu color azul
que nos entregaste desde la eternidad
juegos de la humanidad
que destruye sin razón,tú corazón
en la inmensidad del cielo
recorrerás la distancia
alrededor del sol
para que nosotros
los seres racionales
tejamos la urdimbre
de un mundo sin contaminacion
tan sólo te pedimos perdón
por todos los que han de sucumbir
ante tanto dolor
si hoy la capa protectora
hace que nos perjudiques

Tú no tienes la culpa
culpable somos nosotros
por la gran contaminación
Madre Tierra,te quiero AZUL.

lunes, 18 de abril de 2016

VIENTO: Lucio R. Ramírez, Lima - Perú

VIENTO

El viento quiso salir de su encierro,
Nadie ve que soy un preso!, dijo,
Montó sobre el lomo de un caballo alado,
subió sobre las alas de un halcón,
de un águila, de un gorrión,
más la tierra lo aprisionaba.

No quiero sólo ver las estrellas!!
Quiero tocarlas, estar con ellas!!
Ser libre, tocar el cielo!!
Y no tan sólo mirarlo!!

Sopló intensamente, con rabia contenida,
se movió con fuerza, azotó las olas,
removió nubes, sacudió árboles,
pero nada lo sacaba de su cárcel.

No hay viento en el espacio,
no hay vida en el cielo,
no hay aire en las estrellas,
sólo yo, en esta tierra,
llena de humanos
que no ven,
que por ellos … estoy preso.

Más, envuelto en su tristeza,
un día, descubrió que podía volar,
en su pensamiento, en su imaginación,
en sus sueños ir a borde del universo,
viajar entre constelaciones,
subir sobre el lomo de un cometa,
cruzar el cielo montado sobre un rayo,
llegar a Dios, sumergido en una gota de luz.

Entonces el viento ... respiró su propio alivio.

©Lucio R. Ramírez

domingo, 17 de abril de 2016

CÁLIZ DE AMOR; Alicia de la Barca - Chile

CÁLIZ DE AMOR

La luz se ilumina
con tu bella melancolía!
Son tus ojos un diamante
sobre el horizonte más lejano
de una aurora tibia de un verano!
Cáliz de amor eres principio sin fin!
El dulce romance
de una estrella fugaz!
Las amapolas danzan como el viento
y unos pétalos blancos
riman lo que siento!
Cáliz de amor! 
Dulzura y pasión!
Eres la tentación!
De mis versos en flor!!
Cáliz de amor, eres mi remo y mi sol!!!

Poetissa Alicia de la Barca, Los Ángeles - Chile

15/04/15

ESPERANZA: Alicia de la Barca, Los Ángeles - Chile

ESPERANZA

Dijo una vez mi abuela
que la vida tenía distintos matices
Algunos eran coloridos!
Y otros grises por montones!
Qué los coloridos pertenecían a los maestros!
Y los grises a la multitud!
Qué quiso decir ella?
No lo sé!! Pero investigué!
Y lo descubrí! Y es muy sencillo!
A la vida hay que manejarla, instruirla,
observarla, dirigirla!
Y a los grises detenerlos! ..Porque abruman,
son ruidosos, molestosos, indulgentes, atrevidos,
injuriosos! Deprimentes! Agobiantes e incoherentes!
Al gris hay que derrotarlo con una gran sonrisa!
Y con un vamos adelante!! Las penas son buenas,
pero no hay que dejar que nos consuman!
La luz de la esperanza es ágil te despierta
y te cuida!! Viva la Esperanza de colores y alegrías!
Viva el amor! Y la Felicidad que vive en tu interior!
Tú decides Ser Feliz o no serlo!! Besitos de Luz!

Alicia de la Barca, Los Ángeles-Chile - Poetissa

miércoles, 13 de abril de 2016

DE NUECES A ESCAMAS: Ana Claudia Martínez Eguren - Uruguay

DE NUECES A ESCAMAS

Sus holgados rizos apenas notaban la brisa nocturna. Tan sólo algún que otro mechón colgaba en un monótono vaivén. Rojo incandescente, como la brasa viva en el fuego, teñía cada cabello. Los focos pálidos de las esquinas no le hacían justicia.
Ariel.
Su nombre era la única constante entre dos mundos cada vez más difíciles de congeniar.
Discreta y sobria, serían adjetivos aplicables a su conducta durante el día: un trajecito sencillo de color marrón se ajustaba a su trabajo de administrativa, zapatos de taco corrido en tono beige acompañaba su atuendo, haciendo juego con un opaco pañuelo cruzado en su estilizado cuello. El cabello tirante en un moño impecable. Maquillaje comedido para no atraer las miradas inquisitivas.
Día a día crecía una sensación de asfixia. El aire se le antojaba enrarecido, denso y difícil de procesar. Un acto mecánico e inconsciente como respirar era una tortura. Pequeñas gotas de sudor desentonaban con el frío invierno. Su corazón parecía indicarle que este mundo ya no era suyo.

¿Pero entonces cuál?

Ardua fue su lucha para obtener el puesto de trabajo: Jefa administrativa. Por mucho tiempo este había sido su gran objetivo, su anhelo para conseguir la promesa de la felicidad.
Seis meses fueron suficientes para que la angustia la abatiera como nunca. No era la primera vez que sufría ansiedad pero esta vez indicaba algo más.
Una especie de llamado interno iba tomando forma.
Últimamente había notado cómo su piel se mostraba resecado, desprendía pellejo y el tono dorado que la acompañaba desde el nacimiento mutaba hacia un blanco traslúcido. Sus ojos perdían movilidad y los párpados, cada vez con mayor dificultad, acertaban un leve movimiento de apertura y cierre.
Su dieta ya no incluía carne, huevos ni lácteos. No podría decirse que fuese vegetariana ni vegana. Tan solo ya no sentía placer ni atracción por lo que antes era una pasión. Ahora sus papilas gustativas la llevaban a permanecer un rato, en secreto, a orillas del puerto. En las primeras horas de la noche hundía sus manos temblorosas en el agua calma. Algas y musgos alimentaban su organismo. Intuía que esto no sería compartido por los demás seres como algo “normal”.
Esa mañana no pudo permanecer en la oficina. El médico de guardia le comunicó su diagnóstico: “ataque de pánico y depresión reactiva / pase a psiquiatra”.
Su mirada recorría la danza de las pastillas en el calmo mar. Ya había sido demasiado los dos años de psicoterapia obligatoria y la intervención quirúrgica.
Un inmenso dolor oprimía su pecho. Lágrimas quedas recorrían una piel con subidas y bajadas. Su garganta, desprovista del pañuelito, evidenciaba aberturas en ambos costados. Su nariz ya no sería un obstáculo. Ahora respiraría un aire nuevo.
Se vio a sí misma reflejada y un atisbo de nostalgia la hizo dudar.

¿A qué mundo pertenezco? ¿Estaré en lo correcto?

Tres o cuatro recuerdos de una infancia incomprendida le infundió ánimos. Sus manos acariciaban la fuente de vida que sería su nuevo hogar. Un mundo donde la voz y sus diferentes matices no fueran un obstáculo, una evidencia; donde las gargantas fueran el canal único de branquias y no nueces; donde las curvas fueran todas iguales y la unión hiciera la fuerza dentro de un cardumen.
Terminó de desarmar su moño como símbolo de un nuevo comienzo. Su nuevo universo merecía un ingreso libre y genuino.
En sueños recibió el canto de sus hermanas sirenas. La bienvenida estaba preparada. Un reflejo tornasol acompañó su larga cola de escamas esmeralda.
Sólo unas pocas permanecieron en el muelle, perdiendo su color, como vestigios de quien un día fue Ariel y, hoy, LA SIRENITA.

©Ana Claudia Martínez Eguren

lunes, 11 de abril de 2016

VUELTA A LA CASA TOMADA: Araceli Otamendi - Argentina









VUELTA A LA CASA TOMADA


El agua corre, llena la bañera y casi desborda. Está al límite, llena, entonces me sumerjo. El agua está tibia y causa placer estar ahí. Entonces veo figuras, recuerdos que aparecen y dibujan. Entonces me dejo ir, llevar ¿adónde? Entonces viajo. Tomo el colectivo y viajo, el ómnibus anda despacio, es día de semana y voy, es un día soleado y voy mirando por las ventanillas, los edificios, la ciudad gris, la ciudad me araña. Me dejo llevar porque los recuerdos son y están. Y estoy ahí. Yo estoy, estaba y estoy. Y entonces es un homenaje a mí misma. A la que fui y está, en el pasado que ahora es presente. Está, estoy. Ahí, como entonces, como ahora, estoy…
Y me saludo cada vez que paso por alguna casa dónde viví, porque ahí quedaron mis recuerdos. Entonces me saludo a mí misma porque algo mío vive ahí…
Pero las casas han sido tomadas, son casas tomadas como en el cuento de Julio … Poco a poco las han ido tomando otros…
Entonces escribo, escribo para recordar, para encontrarme a mi misma y recordar y verme ahí, hace tanto tiempo y sin embargo…
Hay que dejar tranquilos a los fantasmas… que habiten, que llenen la casa tomada mientras nosotros, desde aquí, ¿cómo llamarla? Realidad, pies en la tierra, seguimos pensando ¿en ellos?
Camino casi con precisión. La vereda ancha me lo permite, del lado del sol, pasado mediodía percibo el aire fresco, las puertas: casi todas cerradas. Los negocios, a esta hora duermen la siesta. Alguna vez arrojé la llave de la casa a la alcantarilla. ¿Arrojé, dije? No estaría tan segura, no lo estoy, y es más, ahora no estoy segura de nada. Antes de convertirme en un insecto, antes de ser Gregorio Samsa, lo intento. Lo voy a intentar. Hace tanto tiempo lo he planificado y hasta he trazado un mapa con las coordenadas. Tantas cuadras para un lado, tantas cuadras para otro. Girar, hacia un lado primero, después caminar. Como un ciego cerca de las paredes de las casas como si hacerlo me brindara cierta seguridad de la que jamás he gozado. Como algo sí que es seguro y de eso prefiero no hablar, por ahora. Prefiero detener el tiempo y el destino y volver a la casa tomada. Porque ellos, ellos que andan por ahí tomando las habitaciones en la casa, haciendo extraños ruidos. Voy a exorcizar el conjuro que me ha traído hasta aquí. Mi corazón late rapidísimo como un caballo al galope. Hasta aquí he cruzado varios paisajes, disímiles, hasta contradictorios: monumento al soldado, el gauchito gil, paisajes que hablan- a veces - y sólo pájaros que cantan en las ramas. He venido hasta aquí sólo para escuchar los sonidos… de la casa.
¿Sólo para escuchar?…
Porque la casa sigue tomada…
Entonces, sentada en un café elucubro planes, estrategias. Costaría menos si la casa tuviera chimenea. Entrar por el techo y sorprenderlos. A ellos, los que habitan la casa tomada.
Las ventanas están tapiadas, Convertirme en Jane, la chica de Tarzán y entrar con tambores y gritos aferrada a una liana.
Sí, escucho los tambores y los gritos y es de noche. Ellos entonces, vienen…
Vienen marchando con luces y disfraces, cierro los ojos y ahora sé qué es lo que ocurrirá. Estoy ahí hace tanto tiempo…
La música, los silbatos, las panderetas. Lo había olvidado: es Carnaval. Se acerca alguien y me arroja papel picado en la cara: no voy a llorar. Entonces sé que esta es la contraseña para que suba de una vez por todas a la carroza. Pero no es cualquier carroza de este Carnaval, sino la de Orfeo, alguien extiende su mano…- Subí, dice. Tiene los ojos pintados, la cara, el cuerpo. Subo. La carroza sigue el desfile: pasamos por la casa, las ventanas están cerradas. Orfeo tiene su lira en la mano y canta. Apenas me pregunta algo, oigo su voz casi es un susurro. La comparsa sigue, hombres y mujeres bailan con frenesí. Cierro los ojos, ya no sé dónde estoy. El papel picado y las serpentinas caen sobre mi cabeza. En otra carroza un hombre baila. La carroza sigue . Orfeo, digo ¿adónde quiere llevarme?
Orfeo me mira a los ojos, y dice: a la casa tomada.
¡Orfeo! ¡Orfeo! Pasamos por una arboleda y los árboles acarician nuestra cara, nuestra cabeza ¡Orfeo! Está bien aquí. Quiero volver …
Antes vamos a dar un paseo, es Carnaval, dice. Hay que divertirse…
No sé dónde estoy, sigo sin saber, ni quién es este ser disfrazado de Orfeo, ni adónde me lleva, ni adónde voy…
¡Orfeo! Lo llamo, pero no responde. Sólo escucho su voz diciéndome:- no podés volver a la casa tomada.
¿Por qué? Pregunto. Orfeo canta, canta una canción que no comprendo. Porque todo es extrañeza y yo soy una extraña dentro de mi piel…
Estamos en la oscuridad más absoluta, pasamos por varias casas, por la arboleda. El ruido del agua me sobresalta… las olas golpean en la costa. Entonces Orfeo da una orden y la carroza se detiene. Hombres y mujeres se tiran entonces a dormir sobre el pasto, sobre la tierra, en cualquier parte, extenuados de tanto bailar. Los primeros rayos de luz me muestran un paisaje distinto. Orfeo está ahí, conmigo, mirando la salida del sol. Lo miro, permanece impasible, mirando…
¡Orfeo! Lo llamo, y no contesta..
Se da vuelta y me hace señas, me señala el lugar adónde debo ir. Es una piedra y me siento ahí. Me quedo quieta, mirando junto a Orfeo la salida del sol….
Admito ahora que la cara de Orfeo es una máscara.
·        Orfeo – le digo
·        ¿Qué? Contesta
·        Quiero ver tu cara sin la máscara.
·        Eso no es posible – contesta
·        ¿Por qué?
·        Porque no sé si soy Orfeo si me quito la máscara
·        ¿Cómo haré para saber entonces quíén sos?
·        Hay que seguir el juego…
·        Hoy se termina.
·        ¿Qué cosa?
·        El Carnaval, se termina…
·        El Carnaval sí, pero la vida no.
·        Nunca sabré qué sos ni qué juego es éste.
·        Como la vida ¿no?
·        Casi
·        ¿Querés volver a casa tomada?
·        Es sólo una casa
·        Poblada por fantasmas, vacía
Orfeo no dice nada más.
Es de noche. Debo cruzar el río, me advierten del peligro: hasta llegar a la otra orilla tendrás que atravesar peligros, hay víboras, reptiles, camalotes, ramas, el suelo es fangoso, arena de río negra.
Tengo que ir, digo, como si cumpliera una misión y camino en el agua, de noche, sabiendo que la otra orilla está allá, más allá, lejos, hay que continuar….
Llegada a la otra orilla, atravesados todos los peligros, salgo indemne, el sol lentamente se va reflejando en el río. Miro el brillo del sol en el agua. Son muchos soles dormidos en la superficie y brillan.
Entonces ingreso en un lugar de piedra, una mina de rodocrosita, piedra rosa, brillante, que espeja mi cara y mi cuerpo. Entonces recuerdo los espejos deformantes del parque de diversiones, los autos chocadores… Me gustaba mirarme en esos espejos: era más alta y más flaca, luego más petisa y gorda, pero nunca era yo. Era divertido y siniestro a la vez: mirarse en los espejos y no ver más que una imagen deforme donde nunca era yo. Luego los autos: subirse a ellos para chocar con otros, girar a toda velocidad y conducir mal, estrellarse con otro auto por pura diversión en círculos, en zigzag, nunca en un camino trazado de antemano.
Vuelta a la otra orilla, miro el río, las olas cuando quiero y debo irme Orfeo ya no está. Se ha ido. No sé quién era. Sólo recuerdo su voz y sus palabras: no podés volver a casa tomada, ahora no…
Es mediodía y el sol está en lo alto. Los hombres y las mujeres de la carroza se van despabilando.
Estoy lejos de ahí, me he ido alejando, me llevo conmigo, ellos no saben quién soy. Detengo la mirada por unos momentos en el agua. Algún pájaro se posa en una rama y canta.
© Araceli Otamendi

domingo, 3 de abril de 2016

MUJER CON AROMA DE CACAO: Alicia Ventura Suárez-México


MUJER CON AROMA DE CACAO

A ella la conocí una mañana de verano en mi bello Acapulco…la encontré a la salida de una escuela en la que trabajo y de pronto en la puerta estaba ella…mujer costeña de piel morena, estatura pequeña, con el cuerpo redondeado, piernas firmes de tanto caminar por la vida y por las calles del fraccionamiento Costa Azul (zona residencial del Acapulco Dorado)…es una mujer que no rebasa los 45 años, con los rasgos de una mezcla africano-indígena, con un lenguaje muy particular, habla rápido e imprime mucha fuerza a su voz, porque está entrenada… y así sin perturbación grita a todo pulmón: ¡CHILATEEEEEEEE…!

La saludo con una inclinación de cabeza y le pregunto: ¿todavía tienes chilate? Y ella contesta rápidamente: claro que si güerita, ¿cuántos vas a querer?...traigo en vaso y en bolsa, pero mira yo te recomiendo que sea en bolsa, porque le cabe más y si quieres le pongo hielo pa que te lo lleves bien frio…le digo que sí, que me de la bolsa con ese líquido café que me lleva a recordar a mi árbol genealógico…evoco a mi amada abuela paterna, “Doña Rosa” como le decían mis papás y a mi querida Tía Flor…

Otro grito ensordecedor: ¡CHILATEEEEEE…! me regresa a la realidad y entrego el dinero que ella guarda en su mandil. Para ese momento, ya está rodeada de Acapulqueños conocedores de las bondades de esta bebida que ancestralmente era preparada por los indígenas y que se ofrecía a los guerreros o a las mujeres en gestación. Empezó a beber el chilate, el cual está frío, dulce, con esa mezcla de sabores: cacao, arroz, canela, azúcar…y otra vez me fugo de ese bullicio y recuerdo los tiempos de infancia, cuando mi madre me encargaba con mis primas: Rosa, Irma y Norma (hijas de mi Tía Flor) e íbamos con mi primo Luciano al mercado de la Colonia Progreso. Mi tía Flor vivía en la calle Zacatecas, en esa misma colonia, por lo que llegar al mercadito era muy sencillo, simplemente caminábamos unas cuadras pequeñas e íbamos a hacer las compras del día y para que aguantáramos la caminata a mi primo y a mí nos compraban el delicioso chilate, que belleza ésta la de recordar mis afectos, emociones y sentimientos de una hermosa etapa de mi vida…y probablemente de quienes me lean… 

Otra vez el grito: ¡CHILATEEEEEEE…! que me regresa rápidamente a mi presente…La Chilatera ha terminado de servir los pedidos de chilate y es entonces cuando aprovecho para preguntarle un poco sobre su historia…¿desde cuándo vendes chilate? Y me contesta con emoción ¡uy! desde hace mucho tiempo, era mi “amá” la que inició el negocio y a ella le enseñó mi “agüela” y pues ahora nosotras lo vendemos, desde que murió mi “amá”…nosotras somos 4 mujeres y sabemos el secreto, porque no todo el chilate que se vende en Acapulco tiene “calidá”…éste el nuestro es único, ya lo probaste y verás que no está –“chirrio”-, ni tampoco te raspa la garganta, está bien colado y bien preparado pues… ni tan dulce, ni simple y lo molemos bien finito, lo colamos con paño…¿cómo lo muelen?...pues, mira ahora yo lo llevo al molino, pero antes mi “amá” lo molía en el metate como mi “agüela”, pero eso es muy cansado, por eso se enfermó del riñón y ahora el molino ayuda y se hace más rápido y ya ves que ahora tenemos que salir a venderlo pa que no se quede, así que mira me compré mi carrito para traer el chilate en mi termo y aquí lo cargo seguro y pues ya tengo mis clientes, yo soy muy conocida en esta colonia y si me quieres "jallar" temprano, búscame después de las 9 a la entrada de esta calle, cerca de la Comer, frente al CICI, bueno ahora se llama Rollo, pero es el que era el CICI, ahí estoy y tienes que apurarte porque a veces lo acabo muy rápido…ahorita ya me iba pero me paré aquí en la escuela y tengo mis clientes, así que ya acabé, pero mira te voy a dar mi celular pa que me hagas los pedidos. 

Estoy terminando de beber el chilate y realmente sorprendida con esta mujer que además de dominar el arte de hacer negocios y mercadear, disfruta la vida a plenitud, con chispa y humor que la hacen tan singular…así la chilatera se despide con ese garbo que le caracteriza, no sin antes enfatizar…cuando quieras chilate del bueno, solo llámame güerita o búscame por aquí, son mis rumbos y como a esta hora siempre me jallas…

Ella sabe que la jornada terminó y pese al cansancio que se nota en su frente sudorosa, se aleja con ese andar jacarandoso, el cual ha desgastado las chanclas de plástico que la llevan a su destino diariamente. La sigo observando con profunda admiración, hasta que desaparece de la calle, reconociendo en ella la algarabía de la costeña segura, independiente, carismática, sabedora de un secreto milenario, refinado con la estructura de una empresa familiar matriarcal que ha perpetuado con orgullo y pasión y en la que puedo identificar un inmenso cariño por sus raíces, por el chilate, pero sobre todo por el gran amor con el que todos los días prepara esta maravillosa bebida que seguirá deleitándonos y a esta mujer con aroma a cacao, le permitirá sobrevivir en este mundo de grandes contrastes y enormes carencias.