viernes, 25 de marzo de 2016

EL HOMBRE DE HIELO: Alicia Ventura Suárez - México

EL HOMBRE DE HIELO: Alicia Ventura Suárez - México


El tiene la piel tostada, hombre maduro que calza huarache, camisa arremangada, pantalón holgado y un sombrero que intenta cubrir además del sol, la tristeza de su andar cansado…ser que siente, que sufre la carencia, que no tiene más historia que la de su raza, de indígena puro, que se ha tornado bilingüe en un espacio que privilegia el inglés para desempeños mejor pagados y no el nahuat, el tlapaneco, el mixteco o el amuzgo…




Se pasea con libertad en la zona costera del bello Acapulco, empujando una carretilla de madera blanca, con varios compartimentos que alojan botellas de varios colores con jarabes de esencias que decorarán los hermosos raspados que deleitarán a chicos y grandes. Con particular destreza cubre con un plástico el pedazo de hielo y a éste le acompaña un enorme garrafón con agua transparente que se antoja combinar y beber ante el intenso calor del mediodía.

Dejando de lado su cansancio, se acomoda bajo la sombra de un frondoso almendro, a la entrada del parque y realiza la máxima publicidad con un sonoro grito: ¡raspadooooos…!





A su encuentro llegan niños y adultos demandando el raspado que en el Acapulco de antaño se servían en conos blancos y en la actualidad se acomoda en vasos de plástico…la herramienta a utilizar para formar el raspado sigue siendo la misma de hace 50 años, una cavidad metálica, rectangular con filo en uno de sus extremos y una pequeña tapa que dejará salir el producto del raspado de hielo que presionará con sus manos…los que estamos cerca no perdemos detalle y entonces él pregunta: ¿de qué tamaño y sabor lo quieres? Y el niño contesta: yo quiero uno rojo con verde, muy grande y la madre le instruye:  "Es grosella y limón y dele uno chico"… la mujer le pide: "para mí me da uno de tamarindo con vainilla, grande y póngale agua para que sea light, pero démelo copeteado y al mismo precio…"

Con el sudor bordeando la frente, agacha la cabeza y levanta el brazo izquierdo para secarse, levantando la mirada al cielo, implorando por más personas que soliciten su producto, deseando venderlo todo antes que el sol radiante de mi pueblo le gane la batalla…con gran fuerza vuelve a gritar: ¡raspadooooos…! Con la fe puesta en que su ánimo le dará de comer a su familia.

Así llega la tarde, entre sudores, raspados, chistes, humor de los acapulqueños, enmarcados en uno de los atardeceres más bellos del planeta, donde los seres humanos quedamos extasiados… y poco a poco va desvaneciéndose la tristeza del hombre de hielo, con la esperanza de irse transformado con el correr del tiempo en un vendedor de amor…

No hay comentarios:

Publicar un comentario